Hace algunas semanas fuimos testigos de un reportaje en la televisión que informaba que niños y niñas pequeños están cada día más estresados, con enfermedades propias de los adultos como depresión, colon irritable y otras dolencias. Se habló de la salud mental de niños y niñas. ¿Qué responsabilidad tenemos los adultos respecto de las situaciones o condiciones de vida que hoy tienen a los niños y niñas tan enfermos y lo peor medicados desde temprana edad?
La respuesta es clara, todos y todas tenemos la responsabilidad porque somos los adultos, como padres, madres, familiares y educadores quienes hemos puesto en la vida de niños y niñas tan pequeños tareas y exigencias para que aprendan prontamente, para que se aceleren procesos de crecimiento y desarrollo que debieran darse de acuerdo con los propios ritmos de vida y no impuestos por lo externo.
En los 7 primeros años de vida todos los niños y niñas necesitan desarrollar sus habilidades, competencias, talentos, intereses y necesidades en un ambiente que los acepte y respete tal y como son, sin compararlos con los hermanos, con los compañeritos de jardín infantil o escuela. En esta etapa de la vida y ojalá siempre, debieran existir los espacios para jugar, para experimentar el gozo que produce jugar, niños y niñas deberían estar viviendo estas experiencias, no estar sometidos al estrés de la vida de los adultos, lamentablemente aún hoy cuesta que los adultos entiendan el mundo infantil, con sus características y riqueza.
Hay dos psicólogas de la Pontificia Universidad Católica y docentes del centro Metáfora, especialistas en juego, que nos indican los efectos positivos del juego en la vida de los niños y niñas.
En lo cognitivo, algo que preocupa a muchas personas, temiendo que no se puede aprender a través del juego o que jugar y aprender se contraponen, la psicóloga Carolina Araya indica que a través del juego “aprenden a autorregularse, de reconocerse como aprendices, poner el pensamiento en voz alta, explicar lo que van descubriendo en la medida que exploran el material. Un niño que sabe lo que le falta por aprender, pedirá ayuda, levantará la mano y preguntarà para que le expliquen de nuevo”.
Por su parte Josefina Martínez comenta como el juego potencia las habilidades sociales: “cuando un niño juega con otro tiene que ser capaz de hacer una lectura de las intenciones del otro para poder coordinarse en el juego, cuando los niños juegan no se poden de acuerdo en el guiòn del juego, sino que van improvisando y eso hace que tengan que estar atento al otro jugador…”está desarrollando la empatía, el auto control, es una habilidad social básica y también la capacidad para resolver problemas interpersonales. En lo afectivo el juego fortalece la autoestima, los niños cuando juegan son creadores activos, son agentes y no sujetos pasivos y eso los hace tener un enorme sentido de competencia. El juego permite procesar las experiencias, no sólo las bonitas y agradables, sino que también las difíciles y dolorosas.”
Después de saber sobre los beneficios del juego en la vida de los niños y niñas, ¿Cuánto tiempo dejamos que jueguen ?, ¿tienen tiempo para jugar?, ¿nos importa y nos involucramos en sus juegos?, ¿miramos su mundo infantil o nos mantenemos erguidos mirando desde nuestra adultez?, ¿entendemos que el juego es inherente a la etapa de la vida?
Si queremos una infancia feliz y sana debemos dejar que niños y niñas tengan tiempo para jugar, dejar de imponer los tiempos de los adultos en sus vidas, aprender a jugar con ellos y ellas, en definitiva, RESPETAR este tiempo de vida tan valioso y tan sensible en el desarrollo de la vida de toda persona.